Poco sabía el brujo Geralt de Rivia lo que le esperaba al acudir a la villa costera de Kerack. Primero fue acusado injustamente de desfalco, luego fue misteriosamente liberado bajo fianza, y finalmente descubrió que sus preciadas espadas, dejadas en depósito al entrar en la ciudad, habían desaparecido. Demasiadas casualidades, en efecto, y máxime cuando tras ellas está la atractiva hechicera Lytta Neyd, llamada Coral. De esta manera, Geralt de Rivia se encuentra de nuevo implicado en los escabrosos asuntos de los magos, y ni la fiel (aunque ocasionalmente engorrosa) compañía del trovador Jaskier, ni el recuerdo de su amada Yennefer, ni toda su fama como implacable cazador de monstruos podrán evitar que se vea cada vez más envuelto en una oscura trama.
Lux perpetua. Una cruzada en el corazón de Europa 23.95€
Lux perpetua. Una cruzada en el corazón de Europa
Edición rústica
El Anticristo, muy señores míos, querido público, será de la estirpe de Dan. Reinmar de Bielau, llamado Reynevan, se encuentra en una encrucijada. Por un lado, el médico y alquimista educado en Praga se ha convertido en un participante de importancia en la revolución husita contra el clero y la nobleza, un movimiento que ha impuesto su ley en Bohemia y Moravia, y que amenaza con extenderse por toda Silesia, Sajonia y Polonia hasta el mar Báltico. Por otro, la Inquisición ha capturado a su amada, Jutta de Apolda, y la utiliza como baza para chantajearle y obligarle a espiar para los enemigos de los husitas. Excomulgado, manipulado por unos y otros, y rodeado de una creciente desconfianza entre los suyos, sólo contará con la ayuda de sus fieles amigos Scharley y Sansón Mieles para sortear intrigas y peligros sin cuento, inmerso en un espeluznante juego de poder que enfrenta a nobles y campesinos, eslavos y alemanes, paganos y cristianos, partidarios del progreso y defensores de la tradición. En los campos teñidos de sangre del corazón de Europa, Reynevan perderá los últimos restos de su inocencia y aprenderá que ni las intenciones más puras ni la voluntad más firme pueden nada contra las inexorables realidades de la marcha de la historia. ¿O quizá sí?